Como era de esperarse, la solicitud de retomar el diálogo por parte de los integrantes del Movimiento 27 de noviembre (27/N) no tenía ninguna posibilidad de éxito, atendiendo a lo contenido en los artículos 32 (inciso h) y 79 de la Constitución, que constriñen la creación artística, la promoción cultural y la práctica de las distintas manifestaciones del arte a lo contenido en la política cultural diseñada por los policías de la cultura, los valores socialistas y la ley (del embudo). En todo caso, el ministro y su viceministro aprovecharon la oportunidad para hacer gala de la guapería política que se espera y exige de cualquier “revolucionario”, en virtud del otro artículo funesto de la Ley de Leyes: el cuarto.
Después de lo sucedido el 27 de noviembre, de la única manera que los referidos jerarcas podían concretar en buena lid el llevado y traído diálogo era rompiendo con el sistema que los aúpa: el socialismo real. Demás está decir que a través de las redes sociales se puede conocer cuál es la agenda de los discrepantes y en consecuencia qué se puede esperar de ellos en cuanto a demandas. La alternativa al irrealizable diálogo fue creativa, teniendo en cuenta que era la víspera del 168 aniversario del natalicio del apóstol de nuestra independencia, José Martí, que como es sabido consistió en leer tramos de trabajos escritos por él en las inmediaciones de la sede de dicho ministerio. Todos me darán la razón al afirmar que esa iniciativa civilista en clave cultural es infinitamente más benigna que el asalto al palacio presidencial el 13 de marzo de 1957 llevado a cabo por una facción de los “revolucionarios” que hoy detentan el poder.
Al parecer, el apoyo a la bravuconería del ministro y viceministro de cultura frente a una veintena de artistas y periodistas el 27 de enero pasado es grande, pero cuando se hace una valoración de lo aparecido en el órgano de prensa oficial Granma, casi todos son titulares de la red de instituciones culturales subordinadas a dicho ministerio: Viengsay Valdés, directora del Ballet Nacional; Marta Bonet, vicepresidenta primera de la UNEAC; Miguel Iglesias, director de la compañía Danza Contemporánea; Digna Guerra, directora del Coro Nacional; Alberto Marrero, presidente de la Asociación de Escritores de la UNEAC; Nelson Simón, presidente de la UNEAC de Pinar del Rio…
Sin mucho esfuerzo se puede advertir que dentro del espectro político y social discrepante cubano, siempre han existido planteamientos pro-diálogo, pero continuamente han chocado con la intransigencia propia del totalitarismo cubano. De momento se ha querido construir una narrativa inversa desde el poder que solamente engaña a los ilusos. Este episodio nos ratifica la máxima según la cual “la libertad tiene un precio que se debe estar dispuesto a pagar”, pues el opresor no la concede espontáneamente.
2 de febrero de 2021