En pos de la Libertad de Cuba
Pensando a Cuba y su entorno
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La Constitución y sus ambigüedades de cara al 15 de noviembre

A tenor de la solicitud de realizar una marcha el 15 de noviembre próximo de parte del grupo Archipiélago, invocando el artículo 56 de la Constitución, se ha abierto un diapasón de abordajes sobre la Ley de Leyes y la legitimidad del socialismo real cubano (régimen), a partir de la negativa de la misma por los diferentes intendentes municipales donde fue entregada la solicitud.

Para tal fin, argumentaron que es “una provocación” y “una estrategia de cambio de régimen ensayada en otros países.” Todo el que está mínimamente informado conoce que la Constitución de las naciones democráticas posee un capítulo para reformar parcial o totalmente la misma, de modo que queda abierta la posibilidad para que las distintas generaciones puedan dejar su impronta, así como cuando se exacerbe el escenario nacional debido a diferentes visiones sistémicas presentes en la sociedad, dentro del marco de la ley se pueda formar un nuevo consenso que termine en un mínimo normativo, o sea, en una nueva Carta Magna y las consiguientes leyes de desarrollo. El Chile de estos tiempos es un ejemplo elocuente de esto.

En otras palabras, si las fuerzas vivas prodemocráticas apuestan por el referido cambio de régimen, tal como lo imaginan los jerarcas castristas, es porque no tienen esa alternativa. Basta ya de seguir manipulando a la gente común, en Cuba existe una dictadura totalitaria que tiene que ser transformada estructuralmente.

Quedó evidenciado que la generación que implementó el socialismo real en Cuba, casi todos nonagenarios, desde el comienzo quiso compulsivamente dejar tapiada esa posibilidad para los cubanos, y en especial para los jóvenes. Esa es la de Ley de Leyes que invocan los intendentes, la del totalitarismo más rampante. Lo más triste del caso es que casi todos los integrantes de la clase política están conscientes de tal manipulación, pero adoptan la doble moral.

Es un insulto a la inteligencia que una y otra vez sigan profesando lo del financiamiento de los activistas prodemocráticos por agencias federales de los Estados Unidos. Al hacer un examen somero se puede apreciar fácilmente que uno de los principales mecanismos de sometimiento que poseen los dirigentes desde la planificación central, es la de generar dependencia económica. Eso es, todo pasa por la aprobación de los operadores castristas a todos los niveles, de modo que los discrepantes se quedan fuera del reparto, o sea, en la mayor marginalidad. También exhiben una amnesia política, al no recordar cómo ellos financiaron su revolución. Los gobiernos de Venezuela y Costa Rica contribuyeron hasta con armamentos.

Otro tema revelador de la existencia de un régimen no democrático hasta los tuétanos es el llamado “centralismo democrático”, así pues, las minorías políticas no tienen un espacio de libertad para desenvolverse en la tierra que los vio nacer. Por muchas razones, la Constitución vigente carece de legitimidad, como también el referendo de aprobación de la misma, pero dándolo por veraz, el 13.15 % del padrón electoral la desaprueba. Desde un mínimo de racionalidad se podría concluir que la soberanía no descansa en el ciudadano y, por el contrario, las minorías políticas marginadas son condenadas a un inxilio, dicho de otro modo, al plan piyama. ¿Se quiere más injusticia que esa?

Una de las peores monstruosidades existentes en nuestro país es el artículo 4. Eso es, se le concede rango constitucional a que los “revolucionarios” puedan cometer disímiles acciones por inhumanas que sean, incluida la violencia en cualquiera de sus variantes, para defender un régimen que está pidiendo a gritos ser reformado, para muchos totalmente. Cuba es de todos los cubanos, la Constitución tiene que refrendar eso, no se puede parcializar.

La irrevocabilidad del socialismo significa en términos prácticos garantizar la continuidad de las élites en el poder. Hasta hace poco las micro, pequeñas y medianas empresas privadas eran incompatibles con el socialismo, ahora resulta que son congruentes con el mismo. Eso es, los aspectos ideológicos y las políticas públicas varían según las conveniencias, necesidades e interpretaciones de los que mandan. Se puede concluir que el socialismo es un concepto intercambiable y prostituible; lo que permanece inamovible es garantizar la permanencia del establishment.

En el devenir de la humanidad se aprecia fácilmente cómo el torrente cívico que emana de una nación, ante la eventualidad de realizar cambios trascendentales puede tomar diferentes cauces pero resulta imparable. De no aparecer la sensatez, el sentido común y hasta las conveniencias de las élites y las contraélites, sobre todo de las primeras, las consecuencias pueden ser trágicas.

12 de octubre de 2021

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