En pos de la Libertad de Cuba
Pensando a Cuba y su entorno
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¿Tiene pertinencia el socialismo real en América Latina?

Los agoreros del socialismo, en su versión totalitaria, utilizan el argumento nacionalista del tipo latinoamericano con que los diferentes pueblos de Suramérica (venezolano, granadino, peruano, rioplatense, chileno y otros) sintieron la necesidad de unirse en la etapa insurreccional. La convocatoria de Simón Bolívar para el Congreso Anfictiónico de Panamá y la creación y/o apoyo en su momento a una pléyade de guerrillas urbanas y rurales, así como la coordinación de acciones bélicas entre las mismas (entre otras), son evidencias, según estos agoreros, que apuntan a lo ventajoso de una unidad latinoamericana y caribeña de orientación socialista, monolítica y verticalista.

Mueve a risas que se esgriman esos argumentos sacados de contexto y extemporáneamente; una vez más es utilizada la historia como sierva de la política. Para empezar, lo que se hizo entonces fue una necesidad contingente de la gesta emancipadora. A fin de cuentas, hasta ese momento todos los habitantes formaban parte del vasto imperio español; los Estados nacionales y su consolidación vinieron después.

En segundo lugar, se trató de un deseo grandilocuente del “Libertador”, posiblemente teniendo como referente la federación estadounidense, pero resultó que la constelación de culturas y etnias iberoamericanas adolecían de unos valores cívicos, instrucción, capacidad para construir instituciones complejas y demás para tamaña encomienda, amén de la casi nula infraestructura material y medios de comunicación, la diversidad de idiomas y dialectos, la inmensidad del territorio y sus infranqueables cadenas montañosas, ríos y selvas, etc.

Ahora bien, la intromisión en los asuntos internos de prácticamente todos los países de la región a través de la promoción de la violencia desde la Cuba “revolucionaria”, obviamente costó muchas vidas y sufrimientos. Se puede concluir que los “revolucionarios cubanos” practicaron una suerte de imperialismo subsidiario de la otrora potencia hegemónica, la Unión Soviética.

Es constatable que la verdadera integración se realiza desde abajo, o sea, cuando se establecen tratados de libre comercio, aduaneros y otros en esa dirección, así como la implementación de una ciudadanía común, pues una multitud de actores se entrecruzan dinámicamente y producen lo que algunos denominan polinización cruzada. En ese contexto, las concertaciones interestatales igualmente ayudan a fomentar el comercio, las inversiones y la integración en sentido general.

También la libertad y la democracia, entre otros, generan flexibilidad, disminuyen a la mínima expresión las posibles desventuras de las minorías perdedoras y, sobre todo, ofrecen legitimidad del proceso. Por el contrario, los esquemas de integración que promueven los socialistas autoritarios son en base a acuerdos intergubernamentales, desde la cúpula. ¿Qué ventajas ha reportado a la larga el ALBA-TCP, por ejemplo?

El socorrido argumento de que la integración con los Estados Unidos produce dependencia y los males asociados ha generado muchos perjuicios. Posee indudables ventajas el involucramiento de los menos aventajados con los más prósperos. En ese contexto, los primeros reciben inversión extranjera directa, tecnologías, métodos gerenciales modernos, acceso a un mercado con un poder adquisitivo elevado, inserción en la economía global, encadenamientos productivos, aumento de la capacidad recaudatoria de los Estados, etc. Los segundos se benefician de aumentos de las exportaciones de bienes y servicios, así como de capitales y generación de puestos de trabajo (aunque en menor medida expulsión de los mismos), por lo que se ha creado resistencia dentro del capitalismo desarrollado.

Por el contrario, los acuerdos con China que defienden los mismos agoreros tienen un lado negativo: las empresas del gigante asiático están conectadas a través de un cordón umbilical con el Partido Comunista, o sea, son uno de los tentáculos de las evidentes pretensiones hegemónicas de ese país. Por otra parte, suelen tener unos estándares medioambientales y laborales más bajos que sus pares del capitalismo.

Para colmo, estos ideólogos arremeten contra el progresismo que no se proponga “superar los límites del capitalismo”, y abogan por una revolución radical en todos los países de la región, así como la instauración de una federación de repúblicas socialistas. En esa línea de razonamiento desaprueban utilizar el modelo europeo a partir del prisma de los manuales del marxismo-leninismo, o sea, de la sociología de clases.

Lo expuesto anteriormente es escalofriante, pero con suerte no se avizoran revoluciones socialistas y mucho menos con posibilidades de trascender en el tiempo. El ejemplo de cómo la Venezuela socialista con sus comunas destruyó a ese antiguo país próspero, así como unas élites secuestraron al Estado y se entronizaron como una dictadura, es elocuente y aleccionador.

Por lo pronto, América Latina seguirá con un comportamiento pendular: a veces crece el tamaño del Estado y con ello las prestaciones sociales e inversiones en infraestructuras, y otras veces se reduce y así la iniciativa privada y el capitalismo toman una inusitada preponderancia, generando puestos de trabajo productivos, riquezas y una mayor base recaudatoria. De todas las regiones del llamado tercer mundo, América Latina está entre las primeras posicionadas para alcanzar el tan ansiado desarrollo.

28 de septiembre de 2021

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