En pos de la Libertad de Cuba
Pensando a Cuba y su entorno
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La desconexión de los jóvenes con el socialismo debe enrumbarse hacia la libertad

Esta vez les tocó a los jóvenes universitarios el intercambio con Miguel Díaz-Canel, en el Salón Portocarrero del Palacio de la Revolución. El número uno de la nomenklatura planteó que ellos son “los verdaderos catalizadores en el escenario de la Cuba actual, han sabido suplir ciertas carencias en la objetividad del pensamiento, en el ejercicio de la crítica, y han aportado una visión más juvenil, dinámica, rebelde y comprometida en tanto han apreciado un grupo de problemáticas”. A juzgar por la cita teniendo en cuenta de quién viene, así como por lo que se puede palpar fácilmente, la inmensa mayoría de los jóvenes han hecho un rompimiento con el dogma marxista-leninista y de las prédicas de los ideólogos más conspicuos del socialismo real, Fidel Castro y Ernesto Che Guevara. Hasta la militancia más comprometida tiene un desempeño institucional pésimo, que al decir de Díaz-Canel son “los demonios de la desidia y la ineficiencia”

Aun así, la jerarquía sigue apostando por el marxismo, curiosamente sin invocar a Lenin, “como una herramienta de transformación y no un ladrillo teórico”. Lo anterior demuestra la indigencia intelectual y procedimental de las élites cubanas. Están empantanados en una filosofía sistémica concebida en el lejano siglo XIX, una construcción intelectual que tuvo como referencia los primeros estadios de la modernidad capitalista en Inglaterra. Además se arriesgó en la misma un historicismo en la predicción del futuro que resultó en un fracaso total: en vez de una transición del capitalismo hacia el comunismo, se produjo lo contrario, del socialismo real hacia al demoliberalismo, o en su defecto, al mercado. El Marx joven abogó por un Estado pequeño, pero sus discípulos terminaron implementando un megaorden burocrático y totalitario, a la cabeza del cual se instala un individuo con todos los hilos del poder.

El filósofo e historiador israelí Yuval Noah Harari, en la conferencia de Davos 2020, planteó: “Se estableció un orden liberal global basado en reglas, que, a pesar de sus imperfecciones, creó la era más próspera y pacífica de la historia de la humanidad”. En alusión a la ventaja conquistada en las últimas décadas, apostilló: “La paz significa la improbabilidad de la guerra con otro el año que viene”. Obviamente se han producido contiendas bélicas, pero de baja intensidad, sobre todo si lo comparamos con la jungla violenta precedente. Como corolario manifestó: “Vivimos en un mundo donde la guerra mata a menos personas que el suicidio (...) así como la pólvora es menos letal que el azúcar”.

El pulseo orden demoliberal vs totalitarismo derivado del marxismo terminó con mucho a favor del primero, pero las élites no aprenden o no les conviene aceptar la lección. Claro, Harari advierte del peligro que corre dicho orden a consecuencia de las tecnologías disruptivas, pero para nada de su confrontación con el marxismo.

Se puede apreciar claramente, tanto en el encuentro con los periodistas como en éste, que se aceptan desde el lado del poder ciertas críticas de los interpelados, del estilo: “Han dado muchas ideas sobre las políticas públicas”; “la necesidad de reconstrucción de las relaciones Estado-gobierno-partido-pueblo”; “lograr que todos nuestros mecanismos sean más democráticos”; “la crítica debe ser un arma nuestra en el camino de superarnos”; “no puede ser monopolio de la contrarrevolución”. Esto último lo planteó Díaz-Canel.

Está presente sin dudas una retórica discretamente diferente, pero no aparece por ninguna parte trabajo periodístico ni movilización reivindicativa de la ciudadanía que le haga frente a las enormes fallas, por ejemplo, en el enfrentamiento a la Covid-19: no se previó el adecuado mantenimiento ni se garantizaron las piezas de repuesto de la planta del Cotorro que garantiza el 95% del oxígeno medicinal de nuestro país; no se empezó tempranamente la vacunación, aceptando la ayuda del Fondo de Acceso Global para Vacunas Covid-19 (COVAX), del cual forman parte 190 naciones, de modo que primó el nacionalismo e intereses estrechos; el colapso del sistema de salud por la correspondiente falta de medicamentos, instrumental médico, y déficit en la cantidad de personal médico y paramédico; el cuestionamiento casi generalizado de la población de las cifras oficiales que se ofrecen diariamente, al punto que al doctor Francisco Durán lo apodaron “Tía tata cuenta cuentos”, entre otros. Todo lo anterior le ha costado muchos muertos y sufrimientos a la familia cubana. Por si fuera poco, se suma la escasez alarmante de alimentos y la poca disposición del sector agropecuario para producir; las sucesivas crisis del sistema electroenergético nacional, la situación crónica del transporte, etc.

Se puede concluir que la reforma desde arriba no es posible en el caso cubano, pues existen muchos intereses creados; afán de protagonismo; miedo de las élites a un futuro reformado; manías creadas por más de seis décadas en el ejercicio del poder; una clase política y empresarial depredadora, la cual es un lastre retardatario; el amarre diabólico totalitario y demás. Reflexionar es la palabra de orden, la nación no puede seguir esperando. La juventud es la etapa de las grandes realizaciones, de la máxima energía política a desplegar. Los líderes procambio democrático tienen una asignatura pendiente: incorporarla.

14 de septiembre de 2021

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