LLama poderosamente la atención por lo irracional, cómo Cuba ocupó el lugar 14 en los Juegos Olímpicos de Tokio, superando a países como Corea del Sur, Noruega, España, Suiza y demás. Estas naciones tienen un Producto Interno Bruto (PIB), un Índice de Desarrollo Humano, así como un progreso en todos los órdenes muchísimo mayor que el archipiélago cubano. Colarse entre los 15 mejores del orbe cuesta mucho dinero, que desde la planificación central se les retira a otros rubros como infraestructura, educación, el parque industrial, la mecanización de la agricultura, la compra de alimentos y la salud, incluido en los últimos tiempos el enfrentamiento a la Covid-19.
En la realidad nacional se da la paradoja que la delegación deportiva cubana conquistó 15 medallas, de ellas siete de oro, pero faltan las piezas de repuesto y los insumos para mantener funcionando las termoeléctricas y con ello evitar los agónicos apagones. No hablemos de los medicamentos, la infraestructura de salud, la organización y el suficiente personal especializado para enfrentar la actual pandemia.
El primer ministro, Manuel Marrero Cruz, en un recorrido por la provincia de Guantánamo, hizo alusión a algunas de las quejas de la población: “El mal funcionamiento del sistema primario de salud, las violaciones del protocolo de ingreso domiciliario, la insuficiente disponibilidad de personal en los consultorios, las irregularidades en las pesquisas y otras”. A lo cual habría que añadir el desabastecimiento de pruebas diagnósticas, antibióticos, esteroides y de prácticamente todo, así como los insuficientes médicos y enfermeras, extensivo a todo el sistema. Es muy frecuente ver un centro de salud colapsado.
Yanela Sánchez Manso, activista del MCR de Placetas, nos refirió hace poco que un familiar visitó uno de los cementerios de esa localidad y pudo constatar una gigantesca fosa común para enterrar los muchos muertos que nos está dejando la Covid-19 y que la prensa oficial no refleja, una inmoralidad que está costando muy caro. Fue público y notorio la noche que fallecieron diez personas, apostilló.
Dentro del repertorio de políticas a las que apelan los caudillos con una agenda mesiánica, como fue el caso de Fidel Castro, y al que sus herederos han dado continuidad, está el de desarrollar un movimiento deportivo y presentar a unos gladiadores/deportistas que defienden el orgullo nacional y por extensión al “socialismo” y la “revolución”, de modo que son una herramienta política.
En fin, son deportistas estatales que sirven de estandarte, proyectan un desarrollo social inexistente y le ofrecen un espectáculo escapista a la nación. Nos sentimos orgullosos de que los nacionales brillen en las competiciones mundiales, pero apostamos a la despolitización del deporte, que primen los derechos individuales de los mismos y que las erogaciones del presupuesto destinadas al deporte sean aprobadas por un Parlamento plural y elegido democráticamente.
10 de agosto de 2021