El proceso revolucionario que triunfó el 1° de enero de 1959 fue reencauzado a contrapelo en la senda de lo que se hace llamar, todavía en nuestros días: comunismo, por lo que el régimen celebra con la mayor pompa posible el día internacional de los trabajadores. Pero nada tiene que ver la esencia reivindicativa del mismo con la naturaleza del orden burocrático totalitario existente en nuestro país. Los sindicatos que lo celebran en el mundo de forma genuina lo hacen desde la perspectiva de los derechos individuales: asociación, prensa, protesta pacífica, en fin, los que están vinculados a un sistema democrático liberal. No por gusto, los sucesos de Chicago que dieron origen a la conmemoración se gestaron en los albores de la primera revolución industrial estadounidense, el país por antonomasia más liberal en el sentido clásico.
En un momento de la historia no pocos pensaron que la jornada laboral de ocho horas, el aumento de los salarios vía las exigencias sindicales, así como otras injusticias percibidas se podían conquistar con la lucha de los trabajadores y la revolución social, pero trascurrido el tiempo esos menesteres revolucionarios no han dado el trigo esperado por sus promotores, y por el contrario, la Investigación, Desarrollo e Innovación (I+D+I), las cada vez mejores instituciones y métodos gerenciales, la inversión en el capital humano y social, la construcción de infraestructuras, la diversificación de la propiedad, la liberalización económica y financiera, la implementación de un entramado legal pro generación de riquezas y oportunidades que pasa por respetar las libertades económicas, sociales y políticas, entre otras, han sido los motores del bienestar. Tal es el caso, que prácticamente en ninguna parte se favorece lo que los tozudos zares de la economía cubana y del régimen en general defienden.
Lo anterior no le resta importancia a un conjunto de derechos que influyen benéficamente en el ámbito laboral: el derecho a la libre asociación, la celebración de convenciones colectivas, y el derecho al conflicto laboral o huelga. En Alemania, también existe el derecho a constituir comités de empresas y a la cogestión. Las asociaciones de trabajadores y empleadores (sindicatos y asociaciones empresariales) deben por ley realizar negociaciones a través de las referidas convenciones colectivas. En fin, se deben dar la mano la eficiencia económica propia de una economía de libre mercado, con el respeto de los trabajadores (según lo estipulado por la OIT) y el desarrollo social.
Por el contrario, en nuestro país, en propiedad los trabajadores no disponen de sindicatos. La Central de Trabajadores de Cuba (CTC) y los correspondientes “sindicatos” ramales no satisfacen las condiciones mínimas indispensables que los legitimen. Uno de los aspectos que corrobora lo anterior es que su secretario general, Ulises Guilarte de Nacimiento, fue un dirigente partidista que por obra y gracia de la política de cuadros lo ubicaron al frente de la CTC, ese pulpo burocrático que parasita del sudor de los trabajadores.
La dirigencia de esa entidad está obligada orgánicamente a repetir como un loro las consignas y los compromisos propios del orden macro que por la concepción del Estado y la economía les competen a los ministerios, así como a los más altos niveles políticos y de dirección: priorizar las exportaciones; propiciar los encadenamientos productivos; lograr el autoabastecimiento en los municipios y disminuir importaciones, entre otras (XXI Congreso de la CTC). Sin embargo, quedan al margen temas muy sensibles como el salario y su insuficiente capacidad de compra; la controversial edad de jubilación; los medios de protección e higiene del trabajo; la emigración hacia otros ámbitos laborales de más de 300 mil trabajadores de alta calificación por falta de incentivos; la incompetencia y/o pasividad de las secciones sindicales y de los órganos de justicia laboral de base, y el no pago de antigüedades a los profesores, entre otras.
Las rimbombantes celebraciones cada 1° de Mayo en La Habana generan un turismo político que según los voceros oficiales sobrepasa cada año los más de mil visitantes extranjeros. Ese día se produce una representación teatral, tanto del lado de los organizadores como de los que desfilan (que desde hace dos años, por las políticas de aislamiento resultante de la Covid-19 no comparecen). Los primeros actúan desde una mentalidad de ganaderos que pastorean el rebaño. Los segundos son acarreados a través de las estructuras de dominación propias de un régimen totalitario para escenificar un ritual vacío de contenido, eso es, mucha cantidad pero poquísima calidad o sustancia del evento. En fin, la llamada clase obrera se encuentra entrampada en un andamiaje de obediencia del cual no ha encontrado cómo liberarse, pero algún día será.
2 de mayo de 2021