En pos de la Libertad de Cuba
Una propuesta para Cuba
Pongamos empeño en la legitimidad y eficacia de los derechos humanos como moralidad pública

Pongamos empeño en la legitimidad y eficiencia de los derechos humanos como moralidad pública, así como herramienta a favor del respeto de la dignidad humana.

Desde John Locke, pasando por las revoluciones estadounidenses y francesas hasta la promulgación de la Declaración Universal de los Derechos Humanos, los pactos de Nueva York y la consiguiente implementación institucional del sistema internacional de los derechos humanos, ha venido tomando cuerpo un modelo específico para organizar las relaciones entre los individuos y el Estado, en base a un conjunto de normas jurídicas que se presentan como una propuesta que se define universal, indivisible, inalienable e inherente a la persona humana.

Al decir de varios autores, los referidos derechos se convirtieron en una suerte de religión secular que han desatado una energía social sin precedente y la consiguiente movilización de tipo política, financiera y jurídica. Los derechos individuales, una de las mayores conquistas de la humanidad, son una poderosa herramienta que le asiste a la persona humana para ser esgrimidos cuando padece algún tipo de indefensión, y por tanto no nos podemos permitir el lujo de que se nos despoje de los mismos en un futuro y anunciado escenario sociopolítico. Por sobre todas las cosas ha sido el estandarte que han enarbolado los movimientos nacionales a favor de lograr transiciones que les permitan dejar atrás la opresión. Se ha venido produciendo una transformación de la cultura de la violencia hacia la no violencia activa en la resolución de los conflictos, y en ese contexto, los derechos humanos han sido el corpus reivindicativo esgrimido con más contundencia que tiende a desplazar sus opuestos: el desprecio al otro, el odio y la intransigencia.

Sin embargo, actualmente en la academia y en los ámbitos de los activistas, se aprecia un cierto agotamiento de la pertinencia de los derechos humanos, y aún peor, se especula sobre doctrinas sustitutivas de los mismos: utilitarismo, consecuencialismo, nacionalismo y otros. También se argumenta contra su legitimidad, diciendo que vienen del “norte global” y que fueron impuestos a los “países del sur”, así como que no están siendo eficientes en su implementación por la inoperancia del Consejo de Derechos Humanos y demás mecanismos de la ONU. 

Detrás de los cuestionamientos y ataques a los derechos humanos se esconden los totalitarismos, los intereses mezquinos, los autoritarismos, los esnobismos y los que no están dispuestos a persistir y luchar, así como los que quieren deshacer esa suerte de humanismo internacional signado por la máxima: “Todos los seres humanos nacen libres e iguales en dignidad y derechos”. Y más que eso, el prójimo cuenta. El hecho de que la civilización occidental, en el decurso de la humanidad, se adelantó al resto por razones históricas y contingentes y en consecuencia se gestó allí el corpus teórico de los derechos humanos, aunque los representantes de Cuba en aquel entonces tuvieron una participación de primer nivel, no le quita validez a los mismos; ellos fueron concebidos para empoderar incluso a las minorías marginadas y a los habitantes de las “colonias del sur”. No conozco gesta trascendental que no tenga su origen en algún lugar y momento, para después esparcirse.

No creo que la Declaración Universal de los Derechos Humanos deba reconsiderarse desde una perspectiva multicultural y antropológica. Por el contrario, sí pueden ser objeto de modificaciones las instituciones nacionales e internacionales, la manera de gestionar la promoción y protección de los mismos, etc.   

Debo insistir que ninguna entidad puede sustituir a las víctimas en la consecución del respeto a su dignidad humana. Por tanto, no podemos desilusionarnos porque el Sistema Internacional de Derechos Humanos por sí solo no lleve a feliz término su encomienda. Utilizando el argot en la materia, puedo afirmar que soy un “derecho-humanista” consecuente.

Algunos de los escollos que se presentan son los siguientes: la captura del poder por élites sin escrúpulos en un contexto donde los Estados nacionales tienen gran poder; la falta de capacidades estatales e institucionales; las disposiciones culturales entorpecedoras; la violencia política o delincuencial que empuja a determinados sectores a privilegiar la seguridad antes que al Estado de derecho; la falta de voluntad política de los principales actores tanto del lado del gobierno como de la oposición en sociedades donde no se ha logrado un “aprendizaje profundo e internalización” de  los derechos humanos, etc.

El modelo espiral y el efecto bumerang, expuestos en sus magistrales clases online por el académico Alejandro Anaya Muñoz, nos ofrecen una perspectiva útil a los activistas de derechos humanos de Cuba, que, por estar lidiando con un régimen violador orgánico de los mismos, nos convierte en opositores antisistémica. Considero que nosotros no hemos comprendido, al menos a cabalidad, la importancia de las redes internacionales en coordinación con la sociedad civil autónoma, como un formidable motor impulsor de una transición hacia el respeto de los derechos humanos y la democracia en nuestro país. Se impone que tomemos nota.

El modelo espiral está conformado por los siguientes aspectos: represión, negación, concepciones tácticas, estatus prescriptivo y comportamiento consistente con la norma. El régimen ha aplicado indistintamente algunos de ellos. Así pues, prevalece la represión rampante, y en su momento negaron tanto la pertinencia de los derechos humanos como de las instituciones del sistema internacional en la materia. Han estado presentes las concesiones tácticas, como cuando en el 2008 se firmaron los pactos de Nueva York y prometieron permitir visitas permanentes de los relatores temáticos, pero nunca han caído en el entrampamiento discursivo. En la actual Constitución, en el Título V, que recoge los derechos, deberes y garantías, se observa un adelanto en relación a lo que teníamos, pero son a la vez invalidados por otros preceptos contenidos en ese texto y por la tradición de la clase política de operar al margen de la Ley de Leyes. Coincido con el profesor de ITESO que para poder arribar al “comportamiento consistente con la norma” es indispensable un vigoroso movimiento reivindicativo que se apropie, agrego yo, de una técnica de lucha: la no violencia activa. 

18 de agosto de 2020

Nota: Este trabajo ha sido una reflexión a las clases impartidas online por el experto en derechos humanos mexicano Alejandro Anaya Muñoz, integrante de CADAL.

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