Con el cambio de administración en los Estados Unidos se vislumbran variaciones sustanciales en relación a la política exterior de ese país y en particular hacia Cuba. Tradicionalmente los republicanos han apostado por realizar la mayor presión posible en aras de abortar al régimen, sin dejarle margen de maniobra. En cambio, los demócratas son más dados a practicar una política en mayor o menor medida de acercamiento, de involucramiento transformador, manteniendo las sanciones a un nivel más bajo. Obama llevó esa estrategia a la máxima expresión.
Ambas han fracasado porque a través de las maniobras y el engaño, entre otros aspectos, Fidel Castro logró implantar un régimen totalitario del cual es muy difícil deshacerse, pues está concebido para que no haya espacios de libertad; es de dominación total. En nuestro país, la democracia puede tomar cuerpo básicamente de dos maneras: traída desde afuera a través de una intervención militar, que nadie quiere, incluido yo, o que se consolide un movimiento cívico con gran apoyo popular generador de una dinámica de cambios orientados en la dirección de la luz.
La nación y sus aspiraciones de libertad cuentan en este momento con el presidente Joe Biden, y en consecuencia se debe coordinar con su administración para obtener el máximo de oportunidades. Le propongo lo siguiente: impulsar una estrategia orientada a fortalecer el movimiento contestatario cubano como el garante de los cambios necesarios; mantener y utilizar las sanciones como un elemento de negociación, eso es, si el régimen da pasos liberadores aflojar las misma o viceversa; las sanciones deben estar dirigidas hacia el Estado/partido único, de modo que la compra de medicamentos, de alimentos, el envío de remesas con topes máximos, el restablecimiento de los viajes de visitas desde y hacia Cuba, de forma regulada, deben permitirse.
Por otra parte, que la embajada en La Habana retome el intercambio de antaño con la sociedad civil, una forma eficaz de favorecer su articulación, así como reducir hasta donde sea posible el arribo de cubanos hacia los Estados Unidos, incluidos los activistas de la oposición, lo cual significa mantener el plan de refugiados políticos, pero con criterios de aprobación rigurosos. Se impone apropiarse de una proyección proactiva, lo cual implica querer lo mejor, pero la terquedad del régimen lo impide.
Esperamos de la nueva administración estadounidense no darle la espalda al pueblo cubano en sus aspiraciones de conquistar la libertad y la democracia, más allá de la agenda abarrotada de problemas a enfrentar al interior y en el escenario internacional. Miguel Díaz-Canel ha reiterado que ellos no cederán ni por presión ni por persuasión; por tanto, el camino no será fácil, pero sí transitable y con metas alcanzables. Solamente una sabia estrategia y la firme determinación les permitirá a todos los amantes de la libertad concretar sueños y aspiraciones.
12 de febrero de 2021