En pos de la Libertad de Cuba
Pensando a Cuba y su entorno
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El sistema empresarial cubano tiene que estremecerse, pero no está concebido para eso

El ensamblaje de un sinnúmero de variables y procederes no tiene que dar necesariamente resultados satisfactorios, pues la economía no es magia, y sí una ciencia. En el reciente análisis de la labor del Ministerio de la Industria Alimentaria participaron el “presidente”, Miguel Díaz-Canel Bermúdez; el primer ministro, Manuel Marrero Cruz, y el ministro del ramo, Manuel Sobrino Martínez. Se puede advertir que siguen utilizando la misma estructura vertical y dañina de siempre: Unidad Empresarial de Base (UBE), Empresa Estatal Socialista, Órgano Superior de Dirección de la Economía (OSDE) y finalmente el ministerio con sus directrices, a lo cual se añade lo expresado por el titular formal del Estado: “La primera prioridad es ideológica”, nada más contraproducente para obtener resultados satisfactorios.

En la historia económica del mundo se ha demostrado sobradamente que los actores económicos deben tener total autonomía y libertad para coordinarse espontáneamente, según sus conveniencias; pero en Cuba no es el caso, en tanto dichos actores son unos peleles mangoneados desde arriba.

En la economía de mercado todo está disponible para crecer y generar riquezas y oportunidades: existe una intermediación financiera dispuesta siempre a conceder créditos; la asignación de recursos se hace desde el mercado y con criterios de eficiencia; los operadores del mercado mayorista compiten entre sí para ofrecer cuantos bienes y servicios hagan falta, y está presente la facilidad para exportar e importar lo deseado sin que medie la intervención de los políticos, entre otras muchas facilidades.

Sin embargo, en el referido análisis se pronunciaron los siguientes aspectos justificativos: “La tendencia decreciente e inestable en las entregas de materias primas agrícolas; la falta de respaldo en moneda libremente convertible; el déficit en la balanza de azúcar, mieles y alcohol, y una asignación de combustible que no respalda los niveles de actividad”. Cuando Díaz-Canel regañó al ministro y su corte con la siguiente sentencia: “Necesitamos un pensamiento que rompa con la mentalidad importadora y se apropie de la exportadora”, pasó por alto astutamente lo contenido en el siguiente refrán: “Un ladrillo no puede dar aceite”.

Por otra parte, se puso de manifiesto los problemas críticos de la relación calidad-precio de la llamada canasta familiar, donde la misma recae en los cuerpos de inspectores, que resultan estar muy mal pagados y afectados por la mentalidad “socialista”, y en las rendiciones de cuentas al partido único y los jefes superiores, que obviamente son desconocedores del ramo. Por el contrario, no recae en los consumidores y su capacidad de sacar del mercado a los malos, así como en la competencia de una multitud de oferentes y la consiguiente expulsión del escenario económico de actores dañinos, como los monopolios socialistas.

Quedó reflejado lo que ha resultado un mal crónico en los últimos 60 años: el incumplimiento de los contratos, en este caso, con el turismo y las cadenas de tiendas. Amén de otros vicios de la planificación central, como la fijación de los salarios y precios con criterios administrativos y políticos, lo cual reporta serios contratiempos y es un lastre para la gestión económica.

También, a pesar de los “lineamientos” persiste la concepción del abastecimiento de alimentos a la población como el realizado a la ganadería estabulada. Eso es, los nutricionistas al más alto nivel calculan la composición y cantidad de lo que debe consumir el rebaño humano socialista, más allá de si les gusta, refuerza sus enfermedades o contribuye a la obesidad; tal es el caso que afloró la problemática de la inocuidad, la variedad, la estimulación de la pesca y la acuicultura, entre otras.

Luce descolgado de la realidad lo expresado por Díaz-Canel: los pilares de la gestión de gobierno son la innovación, la informatización (potenciar el gobierno y el comercio electrónico) y la comunicación social. Para lo primero hace falta crear un “ecosistema regulatorio y legal” que no se avizora por ninguna parte; lo segundo pasa por el respeto de las libertades básicas, los derechos fundamentales, la asunción de un sistema demoliberal, así como de una economía de mercado, y lo tercero debe estar asociado a la existencia de una sociedad civil autónoma y vigorosa para que sea de ida y vuelta.

16 de febrero de 2021

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