En pos de la Libertad de Cuba
Pensando a Cuba y su entorno
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Los presupuestos del socialismo de Estado fracasaron estrepitosamente y a las élites no les conviene enterarse

A los teóricos del establishment no les queda otra que seguir utilizando el marco interpretativo contenido en los caducos manuales del marxismo-leninismo para satanizar al capitalismo, así como pretender insuflarle legitimidad al socialismo real cubano. Cerrar los ojos a las exitosas transiciones del otrora campo socialista, así como a las reformas de mercado de China y Vietnam supone una ceguera que raya con el fanatismo, contrastado con el anclaje retrógrado (contrarreformista) del castrismo. 

Más allá del impulso modernizador que se produjo en los cuatro años de ocupación estadounidense, las élites republicanas tuvieron que enfrentar la herencia mercantilista residual y los vestigios de un orden corporativo que oponía resistencia a la proyección liberal republicana; los prejuicios raciales formados en cientos de años de esclavitud y las consiguientes grietas sociales; la asimilación cultural, en los primeros treinta años, de 1.285.000 inmigrantes: 57 % españoles, 25 % antillanos y 2,3 % de origen chino; la precariedad de la infraestructura institucional y material; la bajísima urbanización y grado de instrucción de la población de entonces, etc.  

Desde una perspectiva gradualista, el breve período republicano alcanzó altas cuotas de progreso y bienestar, aunque se imponía reformar y/o modernizar las diferentes instituciones. De lo que no tengo dudas es que la receta socialista de la planificación central y el partido único ha creado unos males peores de los esgrimidos por los críticos del capitalismo; no por gusto ese sistema de marras ha sido prácticamente desestimado.  

Del capitalismo no se puede esperar gentileza, eso opera solamente en las relaciones interpersonales. Eso sí, mientras más grande es el PIB de un país, mayores prestaciones sociales se pueden ofrecer, lo que no sucederá en nuestra sufrida patria con la magnitud y eficacia que plantea la retórica oficial por lo raquítico de los resultados de la gestión económica. Debo recordar que en los sistemas demoliberales operan de forma autónoma el mercado, el Estado y la sociedad civil, y es sesgado realizar un diagnóstico del mismo sin analizar integralmente esa tríada. En otras palabras, el mercado no es caridad pública, de eso se encargan otras instituciones. 

En la etapa insurreccional contra Batista se formó un consenso deliberado, aunque no formalizado, de todos los implicados en restablecer la Constitución del 40. Tal es el caso que muchos ofrecieron sus vidas, quedaron mutilados, cumplieron prisión y exilio en aras de ese ideal. Los comunistas solamente crearon a última hora un reducidísimo frente guerrillero en el Escambray, que desaprobó la dirección del partido; no firmaron el Pacto del Pedrero; catalogaron los asaltos a los cuarteles Moncada y Carlos Manuel de Céspedes como puchista; produjeron las sediciones del sectarismo y la microfracción en pleno proceso revolucionario. ¡Ah!, también formalizaron una alianza con Batista en su momento y no pocos sentían admiración por él.  Si una Constitución se apropiaba perfectamente para el emergente “poder revolucionario” era esa. Claro que faltaba implementar leyes de desarrollo, como la del Tribunal de Cuentas, para combatir la corrupción y otras, pero precisamente eso debió ser parte de la agenda de los barbudos. ¡Qué se lo impedía ya en el poder!

Recordemos que dicha Constitución tuvo como referente la de la revolución mexicana de 1917, así como la de Weimar, por lo que estaba enmarcada en el constitucionalismo social. La misma permitía establecer el sistema republicano, la democracia, las libertades básicas y un repertorio amplio de derechos sociales, así como de los trabajadores. La afirmación a posteriori sobre la pertinencia de cambiar de rumbo, argumentado: “La Constitución fue bandera de lucha hasta que esa misma realidad generara la convicción de que la única forma de realizarla era rebasándola”, es pura palabrería justificativa de por qué fueron traicionados los auténticos móviles de la revolución.

En fin, Fidel Castro, alentado por dos o tres comunistas al igual que él, entre los cuales se encontraba el Che Guevara, se engolosinó con el poder, el deseo de pasar a la historia, sentirse muy importante, experimentar la “gloria” y sobre todo disfrutar de las mieles del poder y tiró al cesto de la basura el consenso de la etapa insurreccional. En esa misma línea de razonamiento, el comunismo en nuestro país no fue un reclamo popular, así pues, lo implementaron desde arriba, a la fuerza y en un proceso nada transparente. ¿Cuántos presos políticos, muertos de ambas partes, sufrimiento, arrestos, golpizas y segregaciones de todo tipo ha generado la instauración de totalitarismo en nuestro país?

Un tema que enarbolan los propagandistas del castrismo, que no por repetido resulta irritante es la supuesta influencia negativa de los Estados Unidos en los destinos nacionales. Más allá de los errores que pudieron cometer los políticos de esa nación en relación con nosotros, el balance es muy positivo, y se constata así: las universidades estadounidenses acogieron a muchos de los que terminaron siendo muy buenos profesionales; colocábamos nuestras exportaciones, e incluso con precios preferenciales (por encima de los del mercado mundial) del azúcar crudo en ese país; nos beneficiamos de la importación de mercadería de primer nivel, así como de métodos gerenciales eficaces y tecnologías que nos posibilitaron pasar del trapiche al central azucarero, entre otros; las inversiones directas estadounidenses en ferrocarriles, telecomunicaciones, la agroindustria azucarera, la intermediación financiera y demás ramos permitieron dinamizar la economía y el consiguiente encadenamiento productivo, mejorar sustancialmente la recaudación fiscal y dotarnos de unos estándares laborales muy buenos; las pingües ganancias que dejaba el codiciado turismo de ese emisor;  en las esferas del deporte, el espectáculo y las artes la influencia mejor no pudo ser,  y nos ofrecieron un referente de las instituciones del mercado, de la sociedad civil y del Estado, entre otros aspectos. Todo eso lo perdimos por la torpeza y las ambiciones de los más relevantes barbudos.

Si los cubanos de entonces no lo apreciaron mejor, es porque la influencia benéfica estadounidense se produce a través del empoderamiento de las personas y las instituciones que el país se forje en aras de desplegar capacidades, la única manera de poder alcanzar el desarrollo, y por el contrario, no con dádivas condicionadas. Cuba estuvo entre los últimos países latinoamericanos en alcanzar la independencia, y sin embargo en un breve período de tiempo nos situamos entres los tres primeros de la subregión, obviamente sobrepasando a muchos. La pregunta que debemos hacernos es la siguiente: ¿Qué nos dejó la URSS como potencia a la cual el castrismo se alió y subordinó? 

Cabe destacar que con la intervención norteamericana en la guerra de independencia de 1895 se acortó sustancialmente el tiempo de duración de la misma, en un contexto donde algunos de los patriotas que producían mayor inspiración en las huestes insurrectas, como José Martí y Antonio Maceo habían muerto en combate; se había producido un retroceso de la actividad combativa mambisa en el occidente y centro del país, y España maniobraba astutamente al conceder un gobierno autonómico para la isla. Eso no quiere decir que nosotros finalmente no hubiéramos alcanzado la independencia por sí solos. Maduración de la nacionalidad y entereza patriótica nos sobraba, pero debemos agradecerles a los estadounidenses habernos ahorrado vidas y sufrimientos, y de ese país vinieron en un grado mucho mayor que de otros decenas de sus hijos a derramar su sangre por nuestra independencia.  Por la cobertura que le dio a la epopeya libertadora la prensa libre de esa hermana nación, nuestra causa alcanzó mucha simpatía entre el pueblo y la clase política estadounidense, de modo que se aprobó la “Resolución Conjunta”, que reconocía la beligerancia de los insurrectos y el derecho del pueblo cubano a su independencia.

La Enmienda Platt fue controversial, los principales patriotas de entonces la aprobaron y en menor número la toleraron y duró solamente 32 años.  En otro momento me detendré en ella. Esa borrachera de “antiimperialismo” en el discurso oficial a que nos ha sometido el castrismo, solamente se explica como una coraza con la que se recubren los jerarcas para seguir sosteniendo el totalitarismo criollo. Más allá de cualquier presión exterior, se impone que los que tenemos que cambiar somos los cubanos en la dirección de la libertad y la democracia.

24 de agosto de 2020

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