Generaciones de cubanos han sido educadas en los supuestos de que el capitalismo es satánico y sus conductores, los empresarios, son unos explotadores de sus empleados. También, que derrotado este sistema injusto inexorablemente arribaríamos al comunismo después de transitar por el socialismo. Visto en perspectiva, lo anterior es cuando menos un sarcasmo. Lo cierto es que el castrismo nos desencaminó de la senda sustentable del desarrollo económico, con el propósito de someter al pueblo cubano a sus designios. Después de 60 años, nos encontramos con el desafío de implementar nuevamente una economía de mercado y su entramado institucional afín: el de la libertad y la democracia.
Estoy seguro que las reformas estructurales de mercado no provendrán de las élites que usufructúan el poder y, por el contrario, es necesario que un gobierno de transición se haga cargo de las mismas. El panorama es el siguiente: reconversión de una economía estatal y planificada a una de mercado; exportaciones deprimidas y poco diversificadas y por extensión un gran déficit en la balanza de pagos; déficit fiscal y deuda externa; realineación de los precios y salarios para que las entidades económicas puedan operar con costos realistas; una inflación que puede llegar a la hiperinflación; restablecer la laboriosidad, el espíritu emprendedor y la propensión a correr el riesgo vinculado a la libertad; doble moneda y los consiguientes tipos de cambios; un entramado legal e institucional corrupto, ineficiente y opresor; un clima de inversión atravesado por un riesgo país alto; bajos niveles de productividad del trabajo y del capital, entre otros.
Es necesario crear instituciones tales como Bolsa de Valores, casa de corretaje y lonjas del comercio; una intermediación financiera moderna: Banco Central independiente, bancos comerciales, cooperativas de ahorro y crédito y bancos comunitarios; compañías de seguro, de publicidad y de servicios legales; una institución que supervise los estándares de calidad; centros de apoyo a las micro, pequeñas y medianas empresas (MPYMES), y un servicio civil independiente, entre otras. Por otra parte, aprobar un Código de Comercio moderno, así como leyes que regulen la bancarrota, la sanidad de los contratos y las patentes; revisar y adecuar la ley de inversión extranjera; gestionar la incorporación al Tratado de Libre Comercio de América del Norte (TLCAN), y combatir la conducta anti-competitiva, incluyendo los abusos corporativos y la competencia desleal, entre muchas otras. Son tan importantes los temas de macro-estabilización como los de micro-estabilización, pero a estos últimos suele no prestársele toda la atención, por lo que, en nuestro caso, no debemos pasarlos por alto.
Sin una estabilización macroeconómica no es posible en ninguno de los escenarios enrumbar al país en la dirección correcta. Evitar las presiones financieras, como, por ejemplo, topes artificiales a las tasas de interés, ni políticas que dirijan la asignación del crédito sobre bases arbitrarias o administrativas. El sistema bancario debe estar sometido a un mecanismo de regulación y supervisión, en aras de evitar lo que sucedió en el 2008. Una política monetaria y una política fiscal orientadas a mantener a raya la inflación son de la mayor importancia. El déficit fiscal grande tiene consecuencias nefastas y por tanto hay que constreñirlo en márgenes razonables.
El futuro proyecto nacional al que aspiro pasa por el reconocimiento y respeto de la propiedad privada. En la recién estrenada Constitución quedó refrendada la misma, pero insertada en un orden totalitario y planificado centralmente del cual en buena lid no se puede sustraer. Algunas de las medidas a implementar para desmontar el ineficiente aparato socialista de producción y servicio son la venta a subasta de las unidades productivas; la distribución de la totalidad o de una parte de la propiedad de las empresas estatales socialistas entre los trabajadores, empresarios actuales y/o de toda la población, y la devolución, con criterios de equidad y justicia, de las propiedades confiscadas a sus dueños nacionales o extranjeros. Obviamente, sus antiguas viviendas no cuentan.
Para tal fin, el de las referidas devoluciones, se debe crear una agencia o ministerio a cargo de las privatizaciones que evalúe cada una de las empresas y adopte una de las siguientes medidas: liquidación de la misma por inoperante y obsoleta, realizarle mejoras si lo ameritase para revalorizarla, e insertar las que clasifiquen en el mercado de valores con el propósito de vender las acciones entre los trabajadores y el público, pero ofreciendo la posibilidad a los antiguos dueños nacionales o extranjeros de convertirse en los accionistas mayoritarios. Después de un proceso de reconocimiento y acreditación oficial del valor de las propiedades que les fueron robadas a todos y cada uno de los propietarios, se les entregaría un certificado protegido contra la inflación con el cual pueden realizar la operación antes descrita, con el compromiso de invertir y operar la misma en nuestro país.
Con esto se busca una solución de compromiso: se involucra a los trabajadores y/o público como propietarios, lo cual es un incentivo formidable para que vean en la transición una gran oportunidad y, por otra parte, se hace justicia con los que les fueron despojadas sus propiedades. También atrae capitales, métodos gerenciales de primer nivel, tecnologías, inserción en las redes de comercio global, y juega un papel muy importante que debe existir al comienzo de cada transición: ser los pioneros que contagian a muchos otros.
Si en el despegue de la transición el valor de los activos fuese relativamente bajo, eso estimularía la entrada de capital y con ello aumentaría la producción y el ingreso per cápita y corporativo. Por el contrario, si dicho valor fuese muy bajo no se debería permitir que se vendieran a un precio ínfimo, porque pondríamos al país casi totalmente en manos extranjeras. El anterior dilema hay que enfrentarlo con inteligencia y firmeza. No es lo mismo propiciar la inversión orientada a incrementar los bienes y servicios, que el capital que arriba para adquirir los activos existentes.
Además de la formulación inteligente de una política económica, se necesita la firme determinación de los operadores de la transición, así como su capacidad organizativa y ejecutiva, para enfrentar los muchos desafíos e imprevistos. La experiencia ha demostrado que el éxito de la transición depende más de propiciar una eclosión de nuevas empresas: micro, pequeñas, medianas y grandes, así como de la rapidez en la adquisición de una cultura gerencial y de las prácticas de negocios, que de la privatización más o menos exitosa de las entidades existentes. Posiblemente la reforma más importante sería facilitar la creación de una multitud de MPYMES y así iniciar una verdadera democratización de la economía. Para ello se necesita implementar lo más ágilmente posible el entramado legal e institucional que necesita una economía de mercado moderna, pues a diferencia de lo que piensan muchos, la prosperidad no surge espontáneamente.
Según el doctor Jorge A. Sanguinetty, “el plan deberá contemplar acciones simultáneas y/o interdependientes en tres frentes generales: a) político-administrativo, cubriendo aquellas acciones que puedan llevarse a cabo al comienzo con el sistema económico existente; b) el institucional, que incluye acciones dirigidas a transformar el sistema económico en uno de mercado, y c) el humano, donde se incorporan actividades encaminadas a mejorar la comprensión de los problemas económicos y a estimular los valores y las formas de comportamiento, congruente con una economía de mercado”.
La flexibilidad de precios es ineludible a una economía de mercado. Es muy probable que la diferencia entre los precios actuales y los que resultarían después de instaurado un régimen flexible sea sustancial y muchos productos básicos no puedan ser adquiridos sino existe un ajuste salarial al alza. Los salarios son parte de los costos que a su vez se trasladan a los precios. En fin, se corre el riesgo que se desate una espiral inflacionaria de consecuencias devastadoras, sobre todo en un país como Cuba donde la productividad del trabajo es baja. La experiencia aconseja, en sentido general, utilizar el método de prueba y error, en aras de obtener una consecución sustentable de las reformas de mercado.
Favorecer o afianzar, según sea el caso, el capital humano y el capital social son indispensables para alcanzar el desarrollo en todos los órdenes y satisfacer las necesidades humanas. Un sistema educativo potente y eficaz es de la mayor importancia, así como actitudes y valores concomitantes con la confianza, la capacidad de construir organizaciones complejas de forma autónoma, la integridad, la capacidad de trabajar en equipo, la propensión de cumplir con los contratos, el sentido de responsabilidad y una cultura cívica y democrática, así como sus derechos afines, entre otros.
El éxito o no de los diferentes países que emprendieron la ruta de la transición del socialismo real a la democracia estuvo dado por varios factores; por ejemplo, si padecieron una guerra civil, la distancia a la que se encontraban de una economía de mercado desarrollada, el tamaño del sector industrial disfuncional con que tuvieron que lidiar, y el tiempo de duración del sistema comunista que padecieron. De ahí la importancia que concedo a la filosofía de la no violencia, que plantea que el contexto en que debe desarrollarse la transición sea de paz social y reconciliación nacional, la única manera en la que Cuba podrá encontrar la senda del desarrollo lo más rápido posible. Los casos comparables más o menos con Cuba de Croacia, Armenia y Azerbaiyán son elocuentes de lo que debemos evitar en nuestro país: la guerra civil. Por otra parte, penden sobre nosotros como una espada de Damocles las complicaciones vinculadas con diferentes velocidades de las transformaciones en los distintos sectores económicos; la aparición de una poderosa oposición de contrarreforma; las pérdidas significativas de puestos de trabajo y en mayor o menor medida también riquezas por el desarme de instituciones ineficientes en la fase crítica inicial y demás.
También tenemos a nuestro favor la cercanía de los Estados Unidos, así como de una diáspora exitosa. Después del desmantelamiento sustancial de la industria azucarera, la economía cubana se afianzó básicamente como una de servicio y obviamente nos queda un sector manufacturero pequeño que reformar. También llevamos un tiempo nada desdeñable de opresión política y su concomitante modelo económico, es decir la planificación centralizada, pero existe una buena noticia: el gobierno, a contra pelos, comenzó a realizar pequeñas reformas de mercado que empiezan a alentar en determinados sectores de la sociedad la iniciativa privada y la cultura que le asiste. La globalización capitalista nos penetra de mil maneras.
El economista cubanoamericano Luis R. Luis nos ofreció las siguientes experiencias de las transiciones exitosas: “El programa de privatización está orientado a lograr varios objetivos: aumento de la eficiencia de las empresas, que pasa por la rentabilidad; propiciar el desarrollo de una economía de mercado; reforzar la posición fiscal de gobierno; facilitar la disminución de la deuda externa; desarrollo de mercados domésticos de capital; promoción de la inversión extranjera y aumentar la participación de la población local en la propiedad de las empresas. Los mecanismos principales usados para colocar las acciones de las empresas son los siguientes: ventas directas por parte del gobierno a un grupo de inversionistas; subastas y otras formas competitivas; privatización espontánea de empresas estatales; distribución gratis de acciones al público; compartir las ganancias y el capital de las empresas con los empleados; venta directa de acciones de las empresas al público y venta de bloques de acciones en bolsas extranjeras”.
A la luz de las experiencias positivas que desarrollaron los israelitas y los chinos en la integración de sus respectivas diásporas en la senda del progreso, podemos realizar una asimilación crítica de las mismas. También en nuestro caso la movilización correcta del capital físico, humano, financiero y social puede acelerar el proceso de transición. Como dijo Albert Hirschman: “El desarrollo se refería menos a la asignación de los recursos existentes y más a la movilización de recursos ocultos, dispersos, o mal utilizados”. En fin, estamos hablando de una diáspora altamente triunfadora en lo económico y político que tiene mucho que aportar en la reconstrucción de nuestro país.
Como nota adicional, digamos también que el régimen totalitario, capitaneado por el general del Ejército Raúl Castro y el presidente designado Miguel Díaz-Canel, viene implementando ciertas reformas. Como es sabido consisten en darle mayor autonomía a las empresas estatales socialistas; promover entidades no estatales de bajo perfil que se muevan en una órbita sistémica, como los cuentapropistas, el arrendamiento o las cooperativas, y también reformaron la Ley de Inversión Extranjera con el propósito de que las inversiones de allende los mares se convirtieran en el motor que encadenara la economía.
En el pasado, habían mejorado en algo el sistema bancario al separar el Banco Central de los comerciales, pero obviamente siguen siendo estatales. También le dieron, en comparación con el pasado, una mayor autonomía a los trabajadores agrícolas en lo que han dado en llamar las Unidades Básicas de Producción Cooperativa (UBPC). Pero todo el andamiaje sigue operando en el contexto de la planificación central y con el partido único como el dirigente político superior. Solamente las micro y pequeñas empresas de iniciativa privada como los cuentapropistas y las cooperativas no agropecuarias (muy reducidas en cantidad) han generado puestos de trabajo y riquezas; no por gusto son las más promercado de todas. Y les están exigiendo que se incorporen a los sindicatos oficialistas, paguen la contribución a las Milicias de Tropas Territoriales (MTT) y asistan a los desfiles y demás actividades del gobierno. Toda una humillación. No creo en absoluto que estas medidas vayan a sacar al país adelante y, por el contrario, han aumentado la precariedad de la vida grandemente.
Librado R. Linares García
Sec. Gral. del MCR
15 de mayo de 2019
Nota: Una de las referencias más importantes utilizadas ha sido la compilación que hizo Joaquín P. Pujol con el título: Cuba: Políticas Económicas para la Transición.