El abanico de posibilidades que existe de cara a producir una transición hacia la democracia, va desde un estallido social en algún lugar del territorio nacional que termine en una insurrección espontánea y generalizada del pueblo (causando un derrumbamiento sistémico, de lo cual devendría un gobierno de transición que convoque a una Asamblea Constituyente y con ello el alumbramiento a una nueva república), hasta consensuar un gran plan estratégico que sería puesto en funcionamiento a través de la implementación de numerosas campañas que de forma progresiva nos permitan conquistar parcelas sucesivas de libertad, de modo que terminaríamos siendo un país libre y democrático, todo ello asistido por una filosofía de la no violencia. Se pueden producir matizaciones o variantes más o menos mixtas.
Por la naturaleza del régimen que padecemos, nosotros no contamos con una infraestructura institucional vigorosa de partidos políticos, sindicatos, organizaciones estudiantiles y demás, como poseen los amantes de la libertad de Venezuela y Nicaragua, por poner dos ejemplos. Por el contrario, nuestro punto de partida es muy bajo, amén del Estado policíaco presente y la enorme dependencia e indefensión de la persona humana que generan estos sistemas. Coincido con la Institución Albert Einstein en que la espontaneidad tiene algunas ventajas, pero no son suficientes para superar un sistema de fuerza y mucho menos totalitario.
En otras palabras, tenemos el imperativo de trazar un curso de acción que nos permita transitar desde la planificación central y el totalitarismo hacia la democracia y el mercado, lo cual pasa por rescatar al ciudadano, así como volver a crear una urdimbre de instituciones de la sociedad civil y política y con ello producir una recomposición progresiva de las relaciones de poder, achicando cada vez más el Estado-partido único y al mismo tiempo ensanchando el de la sociedad. En ese ínterin se produciría un aumento exponencial de la libertad, condición necesaria y suficiente para arribar a una nueva república. Es de vital importancia cuál filosofía* será la que guíe nuestros pasos, ya que debe vertebrarse en base a valores y aptitudes como la conciliación no violenta del conflicto y la paz social, estar dispuestos al sacrificio sin pensar en venganzas en aras de alcanzar nuestras metas, el coraje cívico, y proponerse dirigir el accionar contra las condiciones que generan el problema en vez de demonizar al oponente, entre otros. De modo que la única variante posible en nuestro caso es la segunda, o sea el trazado de un curso de acción consensuado y puesto en marcha desde una perspectiva relativamente gradualista.
A lo demócratas cubanos, por razones obvias, les hace falta el concurso de sus pares internacionales. Por la cercanía geográfica, así como por las similitudes compartidas a través de la historia de tipo cultural, religiosa, política, jurídica y demás, se puede esperar básicamente la misma contribución de Europa y América. Quisiera detenerme en la que proviene de la primera. La Unión Europea es un conglomerado de países libres y democráticos que tiene contenido en sus documentos fundacionales llevar a cabo una política exterior que promueva los derechos humanos y la democracia, y para ello posee una enorme versatilidad: puede actuar en bloque o cada país a título independiente.
Desde el lugar de encuentro que han concertado los europeos con el gobierno cubano, deben proponerse enrolar al mismo en una dinámica de toma y daca, a través de la implementación de un doble carril: tratar de atemperar los exabruptos represivos del régimen apelando a lo refrendado en los organismos internacionales especializados en derechos humanos, así como favoreciéndolo con programas de cooperación y el sostenimiento de unas relaciones económicas, comerciales y financieras de las cuales les resulte muy difícil prescindir, y por otra parte, servir como facilitadores de la oposición democrática cubana y para ello suscitar el empoderamiento tecnológico, de conocimientos y material. También abrir espacios de participación y promover múltiples y variadas visitas de diplomáticos y otros actores a todo el mapa político y cívico cubano. De momento, lo más importante a que podemos aspirar es a consolidar un movimiento vigoroso y de alcance nacional, y en eso los europeos están en mejores condiciones que nadie de ayudarnos, pues son el principal socio comercial de la economía cubana y poseen una acentuada vocación democrática.
15 de febrero de 2020
* Tomado del Manual de Líderes de la Comunidad, del Instituto de Derechos Humanos y las Responsabilidades.