En pos de la Libertad de Cuba
Una propuesta para Cuba
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Diferentes modalidades de transición y el caso cubano

Del lado de la oposición democrática cubana tradicionalmente ha existido básicamente una ortodoxia caracterizada por la intransigencia al estilo “revolucionario”, la cual pasa por sostener el esquema confrontativo de tipos buenos vs tipos malos, donde los primeros son intachables y los segundos lo peor de lo peor, y porque el accionar prodemocrático deba encaminarse a derrocar sin más al régimen y, en consecuencia, aplicar una justicia transicional implacable con los perpetradores de las violaciones de derechos humanos, lo cual ha contribuido al estancamiento.

Cuando se realiza un paneo de diferentes transiciones que han dejado atrás regímenes de fuerza en otros lugares y momentos, aflora que estos procesos suelen ser largos, complejos y zigzagueantes. Las demandas de “Diretas já” en Brasil; el “Poder del Pueblo” en Manila; las manifestaciones multitudinarias contra Suharto en Indonesia; las huelgas generales del movimiento obrero Solidaridad en Polonia, entre otras, fueron la punta visible del iceberg y en consecuencia dichos procesos de cambio tuvieron como uno de sus ejes procedimentales las negociaciones tácitas o explícitas que ayudaron a generar una confianza mínima indispensable de las partes intervinientes, así como trazar una ruta crítica eficaz. Fue lo que sucedió en las transiciones de España, Brasil, Chile, Sudáfrica, Indonesia, México y Polonia.

También ha sido fundamental cuál filosofía fue la que orientó los pasos de aquellos líderes. Entre los presupuestos utilizados se encontraron: la transparencia; apostar por ser creíbles; ofrecer garantías a los partidarios del régimen de respetar sus derechos individuales, institucionales y económicos (obviamente no los beneficios de la corrupción); utilizar las leyes e instituciones oficiales para crear una dinámica de cambios (en nuestro caso, el Proyecto Valera), y convertirse en interlocutores válidos de algunos integrantes del régimen que consideraron que debían buscar una estrategia de salida. También se apostó por lograr una transición y no una revolución, de modo que determinadas instituciones y actores reformados del pasado permanecieran mientras se impulsaban democracias estables y abiertas a evolucionar en etapas posteriores; privilegiar el avance en términos de crecimiento y ejercer mayor influencia y presión aun cuando hubiera aspectos que solamente puedan atenderse parcialmente, y superar desacuerdos en la concepción de la lucha, los objetivos a alcanzar y las maneras del liderazgo. Todo esto desde la tríada de convergencia, formación de consensos e implementación de una amplia coalición, involucrando a la ciudadanía en la consecución de un plan estratégico triunfador.

Las movilizaciones populares son esenciales para desencadenar la transición, así como es imprescindible un liderazgo de primer nivel que sepa enfrentar los muchos desafíos y conduzca a la nación hacia puerto seguro. Fernando Henrique Cardoso, uno de los exponentes indiscutibles de la transición brasileña, defendió la siguiente concepción: “No derrocar a los militares, sino cercar a la dictadura e inducirla a buscar una salida”. Por otra parte, Fredo Arias King clasificó en ocho grupos diferentes el comportamiento que tuvieron las 15 repúblicas de la extinta federación soviética y sus satélites del centro y este de Europa, una vez que llegó el año cero. Ellos son:

1) Los disidentes y nacionalistas llegaron a derrocar a los recalcitrantes partidos comunistas y formaron un gobierno principalmente compuesto por la oposición (Checoslovaquia).

2) Los partidos comunistas eran más flexibles y estaban dispuestos a negociar una transición (Polonia y Lituania).

3) Los líderes comunistas principales llevaron a cabo el cambio de régimen por iniciativa propia (la Unión Soviética de Mijaíl Gorbachov y otros).

4) Ex altos mandatarios comunistas que habían sido previamente expulsados utilizaron el naciente movimiento democrático para tomar el poder (Croacia, Rumania y otros).

5) Un grupo de funcionarios de segundo nivel dentro de la nomenklatura aprovecharon el momento para tomar la bandera reformadora, democrática o nacionalista (Gyula Horn en Hungría y Slobodan Milosevic en Serbia).

6) Los partidos de Estado por grandes presiones se vieron obligados a fingir un rompimiento con el comunismo para sobrevivir (la Ucrania de Leonid Kravchuk y otros).

7) La caída del comunismo solo llegó en apariencia, ya que líderes existentes encabezaron naciones que se independizaron sin proponérselo (Uzbekistán, Belarús y otros).

8) Líderes que utilizaron la violencia del Estado para provocar guerras civiles y así conservar o agrandar su poder (Armenia, Azerbaiyán y otros).

Es importante repasar estas experiencias y no quedarse empantanados en los resultados de las peores sino lograr una exitosa transición. Con el surgimiento de un abanico amplio de planteamientos organizacionales y discursos propios de una sociedad civil autónoma emergente, han aparecido diferentes visiones estratégico-tácticas para encausar las fuerzas vivas a la consecución de una transición hacia la democracia. Es imperativo superar el empirismo y estar abiertos a los mejores resultados.

8 de junio de 2021

Bibliografía: Fredo Arias King, Transiciones. La Experiencia de Europa del Este, Buenos Aires, CADAL, 2005, y Sergio Bitar y Abraham F. Lowenthal, Transiciones democráticas: Enseñanzas de líderes políticos, Barcelona, Galaxia Gutemberg, 2016

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