En pos de la Libertad de Cuba
Pensando a Cuba y su entorno
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A tenor de la visita del papa Francisco

Es muy loable que en 17 años visiten Cuba tres papas: Juan Pablo II, Benedicto XVI y próximamente Francisco. La presencia de Juan Pablo II en Cuba fue uno de los acontecimientos más importantes del siglo XX cubano, en lo espiritual, social y político. Este sumo pontífice tenía como telón de fondo su desempeño proactivo en el desmantelamiento del socialismo real en Polonia y por extensión de todo el bloque comunista. Nunca antes en suelo cubano nadie le espetó, en sus narices, tantas verdades a Fidel Castro.

Pero lamentablemente la nación cubana ha sido sometida a unas estructuras de sometimiento y control social no conocidas, al menos, en el hemisferio occidental, así pues, la impronta del vicario de Roma no tuvo el influjo deseado y necesitado. La visita de Benedicto XVI fue eminentemente pastoral a pesar de la Doctrina Social de la Iglesia.

El papa Francisco tiene el lema: “Lo miró con misericordia y lo eligió”. Qué provechoso le sería a la nación cubana en su conjunto, y a la sociedad civil emergente en particular, que el Sumo Pontífice le infundiera a la clase política del castrismo, y muy en especial al general del Ejército Raúl Castro, el don de la misericordia para con los presos políticos, así como con los activistas de derechos humanos, vituperados, arrestados, golpeados y encarcelados. También con el ciudadano de a pie que sufre la dureza de una existencia precaria y asfixiante, consecuencia de un modelo a todas luces fracasado.

Sabemos que el Sumo Pontífice privilegia la humildad, el conservadurismo doctrinal y la justicia social. Su Santidad no debe dejarse encandilar por cifras de dudosa credibilidad en término de justicia social en Cuba. Hay que saber distinguir entre el igualitarismo, muy cruel, por cierto, y las prestaciones sociales ofrecidas por un Estado democrático y con apego a la responsabilidad personal y al respeto de la dignidad de la persona humana. En este momento, en nuestro país, no hay ni lo uno ni lo otro.

Es archiconocida la propensión de Su Santidad a promover el diálogo y acercarse a los diferentes colectivos sociales. De ser consecuente con dichos postulados, nuestro obispo mayor debería tomarle el pulso a la Cuba profunda y contestataria. Es más, tenemos la propuesta que el líder espiritual de la Iglesia Católica, Apostólica y Romana sirva de mediador para que el gobierno convoque a un plebiscito donde el pueblo cubano pueda elegir entre el cambio o la continuidad.

En el 2005, por mediación del cardenal de La Habana, Jaime Ortega, y en vísperas del cónclave que eligiera a Benedicto XVI, Jorge Mario Bergolio propuso en una ponencia que una de las cualidades que debe tener un papa es: “Desde la contemplación de Jesús… ayude a la Iglesia a salir de sí hacia las periferias existenciales”. Y éstas deben ser, enfatizó Bergolio, no solamente geográficas, sino las del misterio del pecado, del dolor, de las injusticias, de toda miseria. Nuestro papa latinoamericano y del “Sur” debería privilegiarnos con homilías que sigan la pauta de Juan Pablo II y no las de Benedicto XVI: ¡La Cuba que sufre en silencio lo necesita!  

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