En pos de la Libertad de Cuba
Pensando a Cuba y su entorno
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El 2019 fue un año de asfixia de todo tipo, pero la culpa se la echaron a otro

Me maravilla sobremanera cómo la dirigencia cubana, que exhibe un panorama desolador en lo económico, social y político, se ha declarado pomposamente libre del neoliberalismo, en alusión a que es lo peor de lo peor. Lo primero que viene a la mente es que todos los países del entonces socialismo real han transitado desde la planificación al mercado con resultados muy satisfactorios para sus pueblos, y de eso no se habla ni una palabra. De Cuba haber comenzado un proceso de reformas liberadoras al unísono con ellos, de seguro estaríamos mucho mejor.

Los máximos exponentes del castrismo se vanaglorian de haber resistido contra viento y marea los impulsos renovadores que sacudieron todo el conglomerado de países (satélites) capitaneados por la otrora Unión Soviética (URSS), y solo eso se justifica en tanto contribuyó a su permanencia en el poder. Por lo demás seguimos en la pantanera de siempre. Ellos ganaron y el pueblo perdió.

Los gobiernos progresistas, o con la más reciente denominación de socialistas del siglo XXI, ganan las elecciones prometiendo barrer con las desigualdades y mejorar la denominada justicia social por el solo hecho de que desde el poder implementarán un conjunto de políticas públicas populares (populistas) básicamente distributivas. Se trata de una propuesta que desconoce, o peor aún cierra los ojos, ante las mejores experiencias de cómo producir riquezas y oportunidades. El “neoliberalismo” con sus diferentes adecuaciones es lo que han implementado las naciones que han alcanzado y sostenido la condición de país desarrollado, prueba irrefutable de su validez.

Como regla esos experimentos terminan con enormes déficits fiscales, deuda externa, devaluación de la moneda, inflación galopante, no producen el impacto distributivo que se propusieron y por el contrario espantan la inversión y el emprendimiento, así como aumentan la corrupción y la inoperancia de las instituciones públicas y privadas, entre otras. Directa o tácitamente tratan de seducir al electorado prometiéndoles que trabajarán menos y para tal fin el Estado saldrá a su rescate. Solamente cuando subieron los precios sobremanera de los bienes del sector primario, incluidos los hidrocarburos, pudieron realizar programas de gobierno distributivos y por tanto que mejoraron a sus connacionales. Generalmente estos experimentos son encabezados por unos caudillos que se presentan como “los salvadores de la patria” y en consecuencia derivan en alguna variante de autoritarismo, con las consiguientes violaciones flagrantes en términos de democracia y libertades básicas.

Una vez producida la debacle, los electores optan por unos representantes más realistas que se ven con el imperativo de lograr un equilibrio macroeconómico, así como poner en orden el hogar nacional, pero resulta que las reformas sanadoras son en mayor o menor medida dolorosas. Entonces desde el Foro de Sao Pablo o del Grupo de Puebla movilizan a sus bases, arremetiendo contra el “neoliberalismo despiadado” y condenan a “los paquetazos impuestos por el FMI”. Ese fantasma atronador es esgrimido por Díaz-Canel para justificar el desastre que heredó y que con el herramental que posee no podrá superar jamás.

La otra gran coartada del castrismo es a su juicio la adversidad que le propician a la economía cubana las sanciones estadounidenses. La sabia conducción de la política exterior de un país tiene una repercusión directa en los niveles de bienestar que pueda disfrutar un pueblo. En el concierto de las naciones americanas, la entonces incipiente revolución cubana apostó decididamente por el totalitarismo de hechura soviético-estalinista. Fidel Castro ratificó en el VII Congreso del PCC que desde muy joven simpatizó con la URSS y el modelo que la sustentaba, con lo cual se descarta que los estadounidenses con sus supuestas torpezas, en el contexto de la Guerra Fría, lo arrojaron a las manos de sus oponentes. Es obvio asegurar que el castrismo, en la arena internacional, ha apostado al enfrentamiento frontal contra los Estados Unidos en alianza con las diferentes potencias enemigas de éste. La mala noticia es que a la altura del 2019 todavía estamos entrampados en la confrontación y sus consecuencias nefastas para el pueblo cubano.

Una pregunta que debemos hacernos una y otra vez es la siguiente: ¿Por qué las sanciones contra La Habana y no contra Costa Rica, por poner un ejemplo? Recientemente Miguel Díaz-Canel hizo público que el gobierno estadounidense le propuso comenzar un proceso de reconciliación nacional, y que en el “Programa del Moncada” esté contenida la conquista de las libertades públicas. Pero maldijo lo primero y no apostó por lo segundo, aun cuando esto último proviene de un programa icónico para él. En este espinoso tema es pertinente preguntarse: ¿Qué surgió primero, el huevo o la gallina?

Teniendo como telón de fondo lo anterior, bastaría comenzar desde las alturas un proceso de reformas democratizadoras para que desaparezca el tan llevado y traído embargo estadounidense. En casos como estos, lo primero que deben preguntarse los que mandan con mano dura es, ¿qué podemos hacer desde el lado de acá para hacerle la vida más llevadera a los cubanos? En nada debe resultar una derrota humillante que “la patria sea de todos” y que los cubanos disfrutemos de las libertades básicas y podamos darnos en buena lid el tan ansiado autogobierno. Claro, eso de democratizar a la nación es una mala palabra en los ámbitos de la clase política imperante. En fin, es evidente que los intereses espurios de los que sustentan el poder de forma absoluta son una suerte de nudo gordiano que entorpece el buen desenvolvimiento de la vida nacional. Como se plantea en la filosofía de la no violencia que desarrolló el Dr. King: hay que dirigir el accionar hacia las causas que producen el problema, y las nuestras son esas.

31 de diciembre de 2019

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