No creo pedir nada excepcional si le solicitara honrar con sus buenos oficios a la Cuba profunda, y en consecuencia se reuniera con representantes de la sociedad civil autónoma. Yo estoy en la mejor disposición de realizar un encuentro fructífero y amistoso con usted o en su defecto con cualquiera de su gabinete.
El país del cual usted es el titular del Poder Ejecutivo significa mucho para nosotros los cubanos. Según los estudios más autorizados, la nación cubana posee el 73% de su información genética europea, y obviamente los españoles tienen con mucho la mayor presencia. Así también el idioma, el cristianismo, la música, el baile, la cocina y un sinnúmero de huellas indelebles más han dejado en este otro lado del Atlántico sus connacionales. En fin, nosotros somos el resultado de un cóctel de razas y culturas, como lo es en mayor o menor medida toda nación, pero la impronta ibérica es protagónica en nuestro caso. Nos bifurcamos en 1898 en cuanto a soberanía e independencia nacional, pero como nunca antes arribaron a nuestras costas cientos de miles de sus conterráneos de entonces para fundirse entrañablemente con la nación cubana. Uno de mis bisabuelos era madrileño y otros ancestros canarios.
Describo lo anterior con el ánimo de recordarle que arribará a un terruño en el cual se espera mucho de los españoles. Ustedes por estar en el entorno de la civilización occidental, después de sinuosidades históricas, son actualmente la decimotercera economía del mundo y en consecuencia gozan de uno de los estándares de vida mejores que poseen los terrícolas, a pesar de sus desafíos. A nosotros nos tocó la peor variante de las dos, pues a partir de enero de 1959 la entonces revolución triunfante desvió el curso de la nación cubana y nos encallamos en un orden totalitario de corte marxista-leninista y de conducción e inspiración castrista.
Visitará un país que en la Ley de Leyes vigente y en el actual Proyecto de Constitución, que de seguro será la próxima Carta Magna, refrenda lo siguiente: discriminación por motivos políticos y filosóficos; se le da una patente de corso a los “revolucionarios” para que cometan desmanes contra el otro: actos de repudio, asalto a las viviendas, golpizas, ofensas y demás; la existencia de un solo partido que “tiene un papel rector, así como es la fuerza dirigente superior de la sociedad y el Estado”, lo cual consagra el aplastamiento de toda pluralidad; el carácter irrevocable del socialismo, haciéndolo confesional, así pues el otro político queda fuera; se encorseta a la prensa dentro de los únicos soportes o medios autorizados: los gubernamentales; las libertades básicas están coartadas; la agenda económica, social y cultural referenciada en la Declaración de los Derechos Humanos está seriamente averiada; un sistema de justicia al servicio del poder desde el cual se pone tras las rejas a los que discrepan pública y enérgicamente con el dogma oficial, y un modelo económico ineficiente y poco competitivo orientado a generar dependencia de los trabajadores y pueblo en general.
Sería un desperdicio que su comitiva y usted le rindieran solamente parabienes al lado oficialista, así como hicieran un especial énfasis en la agenda económica en detrimento de no llamar la atención sobre lo descrito anteriormente. No creo pedir nada excepcional si le solicitara honrar con sus buenos oficios a la Cuba profunda, y en consecuencia se reuniera con representantes de la sociedad civil autónoma. Yo estoy en la mejor disposición de realizar un encuentro fructífero y amistoso con usted o en su defecto con cualquiera de su gabinete.
Fraternalmente, Librado Ricardo Linares García, secretario general del MCR