El 16 de julio del 1959 F. Castro renunció al cargo de Primer Ministro del inaugural gabinete revolucionario, como parte de una maniobra para hacerse del poder total.
Manuel Urrutia había sido nombrado en la Sierra Maestra, por consenso de las fuerzas políticas, como presidente provisional, era un abogado de la derecha liberal que inspiraba confianza a los EE UU y al empresariado cubano.
Fue el magistrado de la Audiencia de Santiago de Cuba que en un arranque de valentía, planteo: los jóvenes (mocadistas) no podían ser condenado porque lo realizado por ellos estaba amparado por la constitución del 40, que planteaba: "el pueblo tenía el derecho a revelarse contra un gobierno dictatorial".
El nombrado Primer Ministro, José Miró Cardona, renunció antes del mes de ejercicio del cargo por su desaprobación con el giro hacia el comunismo de la revolución, plaza que ocupó F. Castro.
No habían transcurrido 6 meses y el comandante renuncia al premierato, aduciendo: "Urrutia se dejó llevar por la propaganda de tildar a la revolución de comunista y la traicionó". Dada la popularidad relativa de F. Castro, el presidente abdica de su puesto, para ser ocupado por otro abogado, pero comunista: Osvaldo Dorticos, el cual se suicidó años más tarde.
F. Castro implementa una combinación de estrategias políticas y tácticas para consolidar su poder.
Para tal fin negó ser comunista en la "Declaración de la Sierra Maestra" en 1957, prometiendo elecciones libres y un régimen democrático.
En entrevista con el periodista, Heber Matthew, del New York Time, se presentó como un luchador por la libertad y la democracia.
En los primeros día del triunfo revolucionario negó su inclinación comunista.
En su discurso del 8 de enero de 1959 en Ciudad Libertad (Cuartel Columbia) enfatizó la necesidad de justicia y democracia, entre otras aseveraciones.
El número de comunistas en la etapa insurreccional antibatistiana era reducidísimo, a mediados de 1958 el Partido Socialista Popular (comunista) fundó un pequeño frente de 18 guerrilleros en el Escambray, de ellos solo cuatro eran comunistas, por tal acometimiento fueron sancionados por la dirección de dicho partido, los zurdos tampoco firmaron el "Pacto del Pedrero" ni apoyaron la huelga general del 9 de abril.
Evidentemente se imprimió un giro ilegítimo hacia el comunismo.
Se cree, ha llegado la hora de enderezar el rumbo torcido e implementar un sistema demoliberal, entre otras cosas, para reconciliarnos con el legado de los padres fundadores de la nación, el mambisado, lo mejor del período republicano y la inmensa mayoría de los insurgentes que llegaron al poder en 1959.