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Miguel Díaz-Canel apuesta por espejismos motivados políticamente

Recientemente en Pinar del Río el presidente designado, Miguel Díaz-Canel, esbozó su programa de gobierno. Si bien es cierto que utilizó una retórica donde enunció unos incentivos financieros en alguna medida diferentes a los de la ortodoxia del socialismo real, siguió apostando, grosso modo, por el mismo derrotero trillado de sus mentores. Las medidas dispuestas por el Consejo de Ministros ponen de manifiesto que el reformismo desde arriba no va a generar los cambios estructurales que necesita la nación, así como que la propuesta es de matriz populista.

A modo de poner en su lugar la pirámide laboral, esgrimió un aumento del salario al sector presupuestado, que le costará al país anualmente unos 7.050 millones de CUP, lo cual, si no fuera por la tragedia que desencadenará, movería a risas. Eso es, un sistema económico caracterizado por una muy baja productividad del trabajo y del capital; con una incapacidad crónica de producir bienes y servicios con la cantidad y calidad requerida; con severas restricciones para importar por falta de liquidez, y con el concomitante desabastecimiento en la red de comercio minorista en las condiciones de pre reformas, no puede permitirse el lujo de hacer esas erogaciones fiscales sin que se disparé la inflación.

Lo anterior es el ABC de la economía, pero el nuevo mandatario formal necesita generar confianza, o sea comprar el presente hipotecando el futuro. En los últimos tiempos no he oído nada tan demagógico como: “Hay que potenciar todo un grupo de bienes y servicios que le podamos brindar a la población”, en alusión a cómo pretende retirar el circulante y con ello evitar la inflación.

Lo más increíble de todo es que defendió, a modo de mantener la estabilidad macroeconómica, no permitir el aumento de los precios de las ofertas del sector estatal y privado, ni del déficit fiscal (ambas cuestiones muy desproporcionadas en el presente). En otras palabras, para que con ese hipertrofiado panorama no se desate un espiral inflacionario tendría que militarizar la economía, pero aun así aparecerá una salida axiomática: más racionamiento, un reforzamiento del desabastecimiento formal, mercado negro y los altísimos precios del mismo. La economía es una ciencia, y nadie puede quebrantar sus leyes sin atenerse a las consecuencias. Nosotros los cubanos somos testigos de eso.

Eso de que los cuadros (la dirigencia, incluidos los ministros) son altruistas pues renuncian a no devengar el sueldo máximo de la presente reforma es un embuste. En nuestro país, y sobre todo para la jerarquía, el salario nominal no cuenta, pues en cualquiera de los casos (incluido con el aumento), no satisface las necesidades más perentorias de la familia. El cubano de a pie ha bautizado como socialismo al tráfico de influencias, el desvío de recursos en base a la posición de poder ostentada como única manera de operar las unidades productivas o de servicios, las auto asignaciones, el intercambio extralegal de bienes y servicios a modo de complementarse en el disfrute, la buena vida y demás. También existe una bien establecida red de mercados, casas de visitas, restaurantes, hoteles y demás establecimientos donde estos jerarcas disfrutan de lo lindo sin pagar o haciéndolo a precios simbólicos. En otras palabras, son beneficiarios en demasía de las mieles del poder, que por demás no es nada transparente.

A la luz de las necesidades de la nación suenan gastadas y reiterativas terminologías como: hacer énfasis en la producción y defensa; que la empresa estatal socialista es el principal actor económico; realizar con éxito la planificación económica para el año próximo; potenciar la producción nacional; disminuir y sustituir importaciones y exportar más. Por el contrario, se desmarcan de la retórica tradicional: la inversión extranjera y los encadenamientos productivos con ésta; el trabajo que se viene realizando en el ordenamiento del sector privado, sin trabar ni frenar su desempeño; que las empresas no se acomoden a recibir un grupo de cifras directivas… Claro, habría que ver cuánto de liberalización económica hay en esto y si no es una palabrería más.

A través de decenas de años se ha implementado un sistema educacional desde el preescolar hasta la universidad con cobertura universal, que tiene la encomienda de adoctrinar y movilizar al estudiantado en favor del régimen totalitario, lo cual es una humillación, pero indudablemente ha producido un sustancial capital humano. La mala noticia es que el modelo económico está muy lejos de generar los puestos de trabajo para absorber los miles de profesionales y técnicos medios que se gradúan anualmente, así como éstos al comenzar la vida laboral poseen altas probabilidades de hacerlo en centros de trabajo con obsolescencia tecnológica, sin acceso a revistas especializadas, sin un accesible servicio de Internet, un pésimo marco de incentivos y gerencias incompetentes y desmotivadoras, etc.

 De modo que el aludido conocimiento acumulado que refiere Díaz-Canel como motor del crecimiento y de oportunidades se devalúa a paso agigantado y está dando muy pocos réditos. Un porcentaje elevadísimo de los profesionales cubanos seguirá emigrando para otro sector de la economía más rudimentario del país, pues aun con el aumento salarial continuarán sumidos en la pobreza socialista que le han impuesto sin derecho a protestar.

Hubo alguien que afirmó que el socialismo es el camino más largo para llegar al capitalismo. En nuestro país sigue resultando inmensa esa vía a recorrer. El delfín cubano y su Consejo de Ministros desde la oscuridad de la ideología oficial, así como con el ánimo de darle continuidad al modelo socialista que se le encargó preservar, defiende un programa zigzagueante, errático y destinado a no llegar a puerto seguro. En lo económico es un híbrido con un 20 % de capitalismo y el resto es más de lo mismo. En lo político, no se ha movido un milímetro hacia delante.

Los regímenes estatistas y con planificación central están concebidos para que un individuo desde la cúspide de la pirámide sermoneé sin que se le contradiga, proyecte un panorama color rosa y se lleve todos los aplausos y reconocimientos. En otras palabras, son unocéntricos. En aras de salir adelante, la nación cubana necesita también, en lo económico, democratizarse: implementar un marco legal e institucional donde se produzca un estallido de prosperidad a través de la canalización efectiva del emprendimiento, la laboriosidad, la inversión, la investigación más el desarrollo de tecnologías, así también deshacer los monopolios socialistas, diversificar la propiedad y dejar de impartir órdenes a los actores económicos, entre otros.

Gústele o no a los que detentan el poder, solamente las fuerzas del mercado pueden sacar el país adelante, de la mano de un Estado democrático e institucionalmente maduro. Esa es la experiencia que debemos aprender de las sociedades que han alcanzado altas cuotas de bienestar. ¿Por qué nosotros habremos de ser la excepción? Es un imperativo poner los intereses de la nación por delante de aferrarse al poder.

2 de febrero de 2019

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